La imagen del ministro de Justicia Bermejo y del juez Garzón compartiendo una elitista cacería y rodeados de animales muertos, tras ordenar otra "cacería" de políticos adversarios, presuntamente corruptos, es realmente obscena en tiempos de crisis, cuando muchos españoles sucumben a la pobreza y a la desesperación, y contribuye a convencer todavía más a los ciudadanos de que la política es una pocilga y que la democracia ha caido tan bajo que necesita una urgente y drástica reconversión para que recupere ética, estética, decencia y sentido de Estado.
Gastan demasiado en campañas electorales, derrochan en publicidad y en campañas de imagen y autobombo; gastan el dinero público como si no tuviera dueño; colocan a los familiares y amiguetes en cargos públicos; otorgan los concursos oficiales a sus allegados; se sienten a gusto con la corrupción; conviven con delincuentes y algunos hasta se saltan la ley; se hacen condonar deudas y prestamos por las mismas instituciones financieras a las que están obligados por ley a controlar; mienten; engañan; se suben los sueldos en secreto; aumentan los impuestos a los ciudadanos tras prometer que los bajarían; piden comprar productos españoles, pero encargan los uniformes de la guardia civil en China; defienden la igualdad, pero viven atiborrados de privilegios; intervienen bajo cuerda en el mercado; envían "recaudadores del partido" para sacar dinero a empresarios; aplican la justicia con diferente vara de medir, "según convenga a la jugada", como afirmó el ministro de Justicia, y realizan otras muchas "fechorías" antidemocráticas.
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