Del blog http://perezblancoviltro.blogspot.com/ copio la siguiente entrada:
Por lo visto, el presidente del Parlamento catalán, Ernest Benach, anda muy irritado con la portada del diario El Mundo de este jueves en la que la información sobre la prohibición de las corridas de toros en Cataluña lleva por título Triunfaron los animales y en la que se ilustra con una foto de unos muy sonrientes Montilla y Carod Rovira. Para el dirigente separatista catalán, la portada es nada menos que "indecente" e "impropia de un país que ha luchado por la democracia".
Es evidente que lo que El Mundo ha pretendido denunciar con esa portada es la "bestialidad" que supone, apelando a supuestos derechos de los animales, cercenar la libertad individual de los catalanes a la hora de asistir o no a las corridas. Una denuncia que también queda de manifiesto en la portada con la cita de Gotthold Ephraim Lessing que dice: "¿Cómo se llama el animal más temible? Un sabio contesto: los salvajes le llaman tirano; los mansos, adulador".
Puestos a acompañar con otra cita de este célebre dramaturgo alemán la prohibición y la imagen sonriente de Montilla y Carod, también hubiera sido oportuna la que dice "No es libre el que se ríe de sus cadenas". Y es que la irritación de Benach no nos debería llevar a nadie a engaño. Aquí quien está encadenando y tratando a los ciudadanos como a animales son los que utilizan la ley, no para preservar su libertad, sino para dictaminar lo que los ciudadanos no pueden comer, beber, inhalar, recordar o, como en este caso, contemplar. Aquí, quien trata a las personas como animales es quien utiliza a estos como excusa para construir en Cataluña, o donde fuese, un coactivo molde identitario, un agresivo "hecho diferencial" que disuelve al individuo en la tribu, que es lo más parecido a una ganadería o a un rebaño.
Aquí quien está haciendo un uso torticero e impropio de la democracia es quien la utiliza para dirimir colectivamente lo que deben ser decisiones individuales; y lo hace, además, no en tanto que representante de unos ciudadanos y de un programa politico, sino de una "conciencia" y una "sensibilidad", como todas subjetivas, pero que en este caso se han mostrado tan privilegiadas y despóticas como ignoradas por los ciudadanos hasta el momento de traducirse en voto.
Claro que, ¿qué lecciones de lo que es "decente" o "propio de una democracia" cabe esperar de quienes, en el colmo de la bestialidad con los humanos, han cercenado hasta su libertad linguística?
Del ABC una carta sin desperdicio de Carlos Herrera
Es evidente que lo que El Mundo ha pretendido denunciar con esa portada es la "bestialidad" que supone, apelando a supuestos derechos de los animales, cercenar la libertad individual de los catalanes a la hora de asistir o no a las corridas. Una denuncia que también queda de manifiesto en la portada con la cita de Gotthold Ephraim Lessing que dice: "¿Cómo se llama el animal más temible? Un sabio contesto: los salvajes le llaman tirano; los mansos, adulador".
Puestos a acompañar con otra cita de este célebre dramaturgo alemán la prohibición y la imagen sonriente de Montilla y Carod, también hubiera sido oportuna la que dice "No es libre el que se ríe de sus cadenas". Y es que la irritación de Benach no nos debería llevar a nadie a engaño. Aquí quien está encadenando y tratando a los ciudadanos como a animales son los que utilizan la ley, no para preservar su libertad, sino para dictaminar lo que los ciudadanos no pueden comer, beber, inhalar, recordar o, como en este caso, contemplar. Aquí, quien trata a las personas como animales es quien utiliza a estos como excusa para construir en Cataluña, o donde fuese, un coactivo molde identitario, un agresivo "hecho diferencial" que disuelve al individuo en la tribu, que es lo más parecido a una ganadería o a un rebaño.
Aquí quien está haciendo un uso torticero e impropio de la democracia es quien la utiliza para dirimir colectivamente lo que deben ser decisiones individuales; y lo hace, además, no en tanto que representante de unos ciudadanos y de un programa politico, sino de una "conciencia" y una "sensibilidad", como todas subjetivas, pero que en este caso se han mostrado tan privilegiadas y despóticas como ignoradas por los ciudadanos hasta el momento de traducirse en voto.
Claro que, ¿qué lecciones de lo que es "decente" o "propio de una democracia" cabe esperar de quienes, en el colmo de la bestialidad con los humanos, han cercenado hasta su libertad linguística?
Del ABC una carta sin desperdicio de Carlos Herrera
ES difícil tener buen concepto de los diputados catalanes que votaron a favor de prohibir los toros en aquel territorio. Exhiben una superioridad moral absolutamente estomagante. Se preguntaba Joan Puigcercós, diputado de ERC, acerca de lo que podía aportar a la juventud catalana la fiesta de los toros, y la respuesta es sencilla: la tauromaquia, el proceder de los toreros, puede dar ejemplo de vergüenza, pundonor, valentía, sacrificio, honor, resistencia al dolor… justo lo que el ochenta por ciento del arco parlamentario catalán no tiene. Los políticos catalanes quieren intervenir en las decisiones que afectan a libertad individual de los ciudadanos y no disimulan su afán por reprimir, por exhibir temibles muecas de intolerancia y una evidente pasión por prohibir, por ejercer un entusiasmo inquisitorial que consiga la uniformidad soñada, el catalán socialmente ideal. En ello consiste, amén de la circunstancia nada despreciable de lograr diferenciarse en otro detalle más del resto de España, la votación de anteayer: en demostrar su pericia como profesionales de la brecha, en dividir y enfrentar ciudadanos merced a una vieja enfermedad cargada de obsesiones sociales. Han utilizado argumentos cínicos y cobardones, han manoseado la realidad, se han inventado datos, escenarios y prejuicios, han buscado ansiosamente un final épico para la fiesta creando dos claros sectores, ganadores y perdedores y han invitado a un sector no despreciable de ciudadanos a sentirse cómplices de un asesinato múltiple felizmente impedido por las fuerzas del bien. Todo, como ven, edificante en grado sumo.
Un charlatán fanático —importado, por cierto; como si no hubiera suficientes aquí— y unos aprovechateguis de política menor han argumentado la defensa de los animales como excusa necesaria para la prohibición de las corridas de toros en Cataluña —ojo, de los tres mil festejos anuales en toda España, solo veinte correspondían a Cataluña; es más, el número de festejos en Francia triplica el número catalán—: ni que decir tiene que la mayoría de estos cuentistas no ha pisado en su vida un coso taurino y no conocen, ni por asomo, la vida del toro en el campo. A buen seguro tampoco han visto en acción a los ya famosos correbous de las tierras del Ebro, pero han sido capaces de elevarse por encima de esas dos realidades y dictaminar que una forma de jugar con los toros —la española en general— es perseguible y otra forma —la catalana— es digna de protección. Esa doble moral se extiende a otras muchas circunstancias en las que sufren los animales: caza, pesca, granjas, fuagrás o técnicas mataderas. Sobre ello no hay nada que alegar ya que, al parecer, no se cobra en concepto de espectáculo: ¿Quiere eso decir que sí se podrían celebrar a puerta cerrada o de forma gratuita? ¿Obligarán a ensombrecer, tal vez, las señales de televisión de Canal Plus cuando retransmitan una corrida de cualquier feria?
Todo ese ejército de frikies, todo ese conjunto de cursis que han celebrado la decisión política catalana como si fuera la victoria en Eurovisión, han visto —como dice el jefe de la DGT— demasiadas veces la película de Bambi. Y creen que los animales hablan y son seres humanos. Luego se los comen igual, pero procuran que antes tengan más derechos que un feto humano. Todo un despropósito.
Un charlatán fanático —importado, por cierto; como si no hubiera suficientes aquí— y unos aprovechateguis de política menor han argumentado la defensa de los animales como excusa necesaria para la prohibición de las corridas de toros en Cataluña —ojo, de los tres mil festejos anuales en toda España, solo veinte correspondían a Cataluña; es más, el número de festejos en Francia triplica el número catalán—: ni que decir tiene que la mayoría de estos cuentistas no ha pisado en su vida un coso taurino y no conocen, ni por asomo, la vida del toro en el campo. A buen seguro tampoco han visto en acción a los ya famosos correbous de las tierras del Ebro, pero han sido capaces de elevarse por encima de esas dos realidades y dictaminar que una forma de jugar con los toros —la española en general— es perseguible y otra forma —la catalana— es digna de protección. Esa doble moral se extiende a otras muchas circunstancias en las que sufren los animales: caza, pesca, granjas, fuagrás o técnicas mataderas. Sobre ello no hay nada que alegar ya que, al parecer, no se cobra en concepto de espectáculo: ¿Quiere eso decir que sí se podrían celebrar a puerta cerrada o de forma gratuita? ¿Obligarán a ensombrecer, tal vez, las señales de televisión de Canal Plus cuando retransmitan una corrida de cualquier feria?
Todo ese ejército de frikies, todo ese conjunto de cursis que han celebrado la decisión política catalana como si fuera la victoria en Eurovisión, han visto —como dice el jefe de la DGT— demasiadas veces la película de Bambi. Y creen que los animales hablan y son seres humanos. Luego se los comen igual, pero procuran que antes tengan más derechos que un feto humano. Todo un despropósito.
3 comentarios:
perece mentira como esta la vida de chunga y la gente caya...
Cata
En primer lugar enhorabuena por su blog. Lo he encontrado de casualidad buscando información sobre la apófisis espinos (pero en humanos). Me ha sorprendido el formato (imágenes sin comentario) y la inteligencia de alguno de sus escritos.
Lo dicho, enhorabuena.
TOROS ZIIIIIIIIII¡¡¡¡¡¡¡
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