26 julio 2008

Cosas del Google......

Casas Viejas: las contradicciones de la memoria
Author
José Herrera Bergero
Date Created
26 Jul 2008

Hace unos días un amigo y yo decidimos iniciar un recorrido por la memoria del pueblo andaluz visitando muchos lugares simbólicos y pueblos que habían dejado huella en nuestra historia colectiva. Por desgracia no pude realizar todos los viajes que el había planeado pero si visité un lugar que me hizo reflexionar sobre las contradicciones que a veces envuelven la memoria: Casas Viejas.
Aquella tarde de verano un gran viento parecía sacudir el pueblo de Casas Viejas, como queriendo llevarse los recuerdos lejos de allí. Fuimos al pueblo persiguiendo la búsqueda de lo que quedaba, para rebuscar entre las cenizas de la choza de Seisdedos y encontrar la perspectiva adecuada para ver si habían cicatrizado o no las heridas. Hoy en día Casas Viejas con menos de seis mil ochocientos habitantes es también conocido como Benalup, quizás un nombre andalusí rescatado para olvidar lo que un día allí sucedió. En el libro “Viaje por el problema agrario La Janda 1882- 1982” José Gonzalez Benitez indica los motivos de la rebelión de los sin tierra gaditanos. Así señala que de las 6.000 hectáreas cultivables sólo eran sembradas 1.300 y de los 500 trabajadores del campo únicamente 100 eran contratados eventualmente. La lucha y los sueños de pan, trabajo y libertad de los vecinos de Casas Viejas eran perfectamente dignos y loables en una comarca asediada por el mal del latifundismo. A pesar de todo nadie puede borrar las huellas de sangre y dolor que dejó la Guardia Civil y la Guardia de Asalto incendiando casas donde había dirigentes campesinos y fusilando a numerosos vecinos acusados de querer una reforma agraria justa. La barbarie del Capitán Rojas y de los hombres de tricornio dejó muerte, barbarie, torturas, gritos y desaliento entre los sobrevivientes de un pueblo valiente que había decidido declarar el comunismo libertario para acabar con la pobreza del jornalero andaluz. La tragedia se hizo mayor cuando los huérfanos de la masacre tuvieron que sobrevivir como sospechosos a la época posterior donde los caciques y los silencios hacían oración católica a la injusticia y el sonar de relámpagos de hambre en las tripas de muchos vecinos se instituía como el nuevo himno jornalero. Sin duda lo acaecido en Casas Viejas era un mensaje con remitente en Madrid a todo el movimiento libertario de la comarca de la Janda y al campesino andaluz de que la República no toleraría que le reforma agraria se hiciera de abajo a arriba. Hay cosas que hay que dejar claras. Casas Viejas no es una Gernika que se afana por nunca olvidar lo que la bestia fascismo hizo allí. Casas Viejas es un pueblo que no quiere recordar pero que al mismo tiempo es consciente de que no puede olvidar. Esta es la paradoja de muchos pueblos andaluces pero en Casas Viejas las contradicciones se muestran en carne viva. Lo primero que parece sorprendente al visitante es que las instituciones no han hecho el más mínimo esfuerzo porque la llama de la memoria no se apague. En realidad si se piensa detenidamente esto no tiene nada de sorprendente. A ninguna fuerza política, obviamente tampoco a Izquierda unida, le interesa que Casas Viejas y la acaecido allí sea recordado, mucho menos reivindicado. Los únicos que parecen recordar son la CNT de Jerez ya que una placa recuerda su presencia en la localidad este mismo año. Los nombres de las calles hablan mucho de la identidad del pueblo y de las contradicciones de la sociedad andaluza. Las calles Fermín Salvochea, Picasso o la plaza jornaleros se cruzan con la calle Constitución, Capataz o Cristobal Colón pareciendo estar ubicadas en una relajante armonía que no existe como tal. La antigua placa que recordaba a los valientes vecinos de Casas Viejas que estaba situada en la plaza principal del pueblo ahora está lejos de allí, en otra plaza mucho menos conocida. Cuando preguntamos a la gente nadie parece querer saber nada aunque una mujer mayor muestra algún gesto de tristeza cuando le preguntamos por las huellas del pasado. Hay una fractura profunda entre las tradiciones de luchas que pueden llevar hoy a la gente a encontrar la felicidad y una vida mejor. La huella del franquismo sigue presente en Casas Viejas y el corte entre las tradiciones de lucha pasadas con las actuales no es una ficción, sino verdades como puños. La memoria y el conocimiento de las luchas de las clases sociales del pueblo no tiene su cordón umbilical en la denominada democracia actual. Muy al contrario, esta parece haber trabajado codo con codo con el franquismo para que los vecinos no recuerden el pasado porque las heridas podrían volver a sangrar. Las víctimas de Casas Viejas fueron los vecinos del pueblo, así que resulta complicado reconciliarse con el pasado aunque las apariencias puedan llegar a confundirnos. Blas Infante tomó conciencia de muchas cosas tras los incidentes de Casas Viejas. El tomó conciencia de cómo la República española y Azaña en particular podía destrozar los sueños de justicia de los comunistas libertarios de Andalucía y de los jornaleros en general. Los fusilamientos, torturas y los juicios farsa demostraron a Blas Infante dónde podía conducir la reforma agraria desde la óptica miope de Madrid. El rosal de Seisdedos, que cuenta Pedro Vallina, que Infante recogió de las cenizas del pueblo incendiado para trasplantarlo en su casa no puede secarse jamás. La Guardia Civil está omnipresente en el pueblo y un hotel de lujo con cuatro estrellas en la parte vieja recrea románticamente los años treinta sin tener en cuenta que la tragedia del campo andaluz sigue siendo eso: una tragedia. Las lecciones de hoy es que en el futuro cualquier República española podría volver a hacer matanzas tan execrables como la de Casas Viejas. Cuando hablen de República desde Madrid siempre hay que recordar lo que para Andalucía significa el pueblo de Casas Viejas. Hoy muchos de los jornaleros han cambiado de oficio y ahora son trabajadores de la construcción precarios pero las formas de reconciliarse con el pasado siguen siendo un problema sin resolver. Recientemente, en Enero de 2008, personas del pueblo estrenaron una obra de teatro que hablaba de lo acaecido en Casas Viejas setenta y cinco años después. En la obra los actores y actrices irrumpen de fotografías en blanco y negro tomadas en los años treinta dando la sensación de que los personajes y los sueños de estos vuelven a cobrar vida en color. Al final de la representación una bailaora de flamenco taconea en el tablao y de fondo la casa de Seisdedos arde en llamas incendiada por la Guardia Civil para terminar con el himno de Andalucía. La obra de teatro quizás sea un ejercicio de catarsis colectiva muy saludable porque ha ayudado a un pueblo a purgar mucho dolor de su vientre y revivir un acontecimiento traumático que los andaluces difícilmente podremos calmar de nuestras conciencias.

1 comentario:

Anónimo dijo...

vicente,soy del psoe pero enhorabuena,siempre estás con tu pueblo...