13 diciembre 2006

El clan de "Más allá de los "azules"

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"Érase una vez un reino que, en el Sur, tenía una Corte y dentro de ella, un pueblo blanco como la leche y serrano como el alcornoque. Cuentan que, por las noches, el viento de poniente traía el perfume del mar cercano hasta más allá de los azules. Y relatan las crónicas que, no hace mucho tiempo, de su propio seno surgió un poderoso Clan que tenía como único fin la conquista del poder y mantenerse en él para siempre jamás sin importar otra cosa. Eso sí, siempre en nombre del pueblo e incluso de los pobres. "El Clan, como suele suceder, fraguó una mitología que muchos habitantes del pueblo creyeron a pie juntillas. Difundieron que el Clan se había enfrentado a un dragón dictatorial en el pasado y que lo único que querían era el bienestar y la libertad de todo el pueblo. Lo que fuese ese bienestar y esa libertad lo conocían a la perfección porque disponían de un Libro cuya ciencia sólo conocían los ungidos del Clan. Por eso dividieron al pueblo entre quienes creían en ellos y quienes no creían en ellos. Y sólo fueron considerados realmente hombres y mujeres del pueblo quienes creían en ellos. El patriarca del Clan, aunque no tenía apenas estudios, era un hombre hábil y astuto. Desde el primer momento pensó cuál sería el mejor método para controlar el pueblo como primer paso para fiscalizar todo el sur del reino. Reunió a familiares y amigos y escribió con un pizarrín en un pizarrón: “Tenemos que organizar un Clan, el Clan más fuerte de la Corte del Sur”. Nadie ni nada debía moverse sin que el Clan lo controlara. Y se pusieron manos a la obra. El Patriarca situó a su esposa en la oficina que el Clan había conquistado en el condado y, aunque luego intentó “colocarla” a dedo en el Palacio del Condado, los pregoneros lo impidieron con sus pregones y aún queda constancia de ellos. Entonces decidió que el hermano de su mujer, el “marqués”, controlara buenos dineros para distribuir entre los fieles y le forjó un puesto relevante en una fundación. Sus propios hermanos ya controlaban las posadas del pueblo. Uno de sus sobrinos ya estaba anclado en los fondos de la Corte del Sur, de cuyo capitostón se había hecho muy amigo, tanto, que se fue convirtiendo en su espía, canciller e incluso, según la ocasión, en su verdugo. Gracias a esta relación, y a pesar de su aspecto desangelado y anodino, el Patriarca fue tejiendo su tela de araña sobre el pueblo, sobre el condado y sobre la Corte del Sur. Uno de sus hijos, conocido como “El Petate”, fue dejado en la fortaleza del pueblo como responsable de la diversión pública si bien antes había apagado algunos fuegos, siempre a costa del erario de la Corte del Sur. Amante de la familia, sólo de la suya ,porque despreciaba a la familia como institución, miraba con lupa a las novias de sus familiares pero a algunas les encontraba cobijo en el tesoro de la Corte. No se olvidaba de sus otros cuñados. Es más, le buscó buenos oficios en la Corte. Otro de ellos, motejado como “El Tatón” y casado con una santa colocada en una enfermería del condado, tenía su regalía en la periferia de la Corte del Sur. Pero, junto al Patriarca, estaba “El Primo”, conocido de ese modo no porque fuera lelo sino porque efectivamente era su primo. Su padre, comerciante de telas del pueblo, matrimonió dos veces pero a todos sus hijos e hijas los cobijó “El Primo”. Incluso a los dependientes de su padre, a uno de los cuales hizo alcalde del pueblo por muchos años. Este asimismo, amante también de su familia situó holgadamente a una de sus hijas en la corte del Sur y a la otra, cuyo marido era altamente colaborador, la convirtió en mantenedora de caminos y desbrozadora de montes. El Primo, que llegó a ser mandamás en el Palacio del Condado, vio cómo uno de sus hermanos, motejado como “el fosor” por su manía histórica, formaba parte de su propio cortejillo. Fiel a los usos de la familia, “el fosor” estuvo satisfecho con que la esposa del “pelerón”, su cuñada, participara del tesoro de la Corte del Sur. Pero el preferido era su hermano “Ton y son” al que colocó en numerosas empresas y aventuras que pagaba con las monedas europeas de la Corte del Sur y del propio Condado, ayudando a sus sobrinos a recibir, asimismo, ración de Erario Público. El Primo casi superaba al Patriarca en amor familiar. Una de sus hermanas quedó de guardiana en el Concejo del pueblo. Su sobrino, El Teterino, montó un club de refrigerio en el pueblo con música de fondo del Concejo. Incluso a alguna prima sonada fue atendida generosamente por el tesoro de la Corte. Incluso a su hermanastra, emparentada con una familia de pregoneros del Condado, la ayudó arrimando doblones a la factoría de pregones para mitigar sus críticas y desviarlas hacia los enemigos. Y mucho más ayudó a su familia. Sólo mencionaremos de pasada que entre las jaras del pueblo, se entrevén mercedes como las concedidas a la mujer del “Pompidú”, el cateriño, Pero no digamos más, al menos por ahora. Además del Patriarca y de su primo, el Clan se componía de amigos de corazón blanco y de piel de romero. “Pepino el breve”, llamado así por su mala y presurosas salida de la Corte del Sur, participó también en el caso de la deuda desaparecida en una casa de empeños del Condado, que los unió en la pomada con el mandamás de la Corte del Sur. “Pepino” y su hermano “Coquín”, luego experto ordenador del territorio, fueron desde el principio gente importante del Condado. Desde sus atalayas ayudaron a muchos amigos y familiares como el “Egmasón”, “el muitillo” o “el colinón”, por mencionar sólo a algunos. Y no se nos olvide el “Don Perignon”, alguacil mayor de la Corte del Sur en el condado. En estos momentos, uno de ellos, el “Naftón”, llamado así por su oficio, clava banderitas en verdes deportes de hoyos y futuro. Ya habrá tiempo para un cronicón más detallado. Otro miembro del Clan, llamado “El Ido” porque se fue pero volvió a las faldas del Patriarca, fue reenganchado a las huestes corporativas mediante el favor del gran “Cabañón” del Condado, ahora compungido por los gemidos de algún hermano cogido con las manos en la masa y ya veremos en qué mas. Igualmente amante de la familia, “El Ido”, que tiene a una hija en la periferia de la Corte del Sur en el condado, también ve con satisfacción cómo alguna prebenda llega a sus cuñadas. Gracias a la estrategia del Patriarca y del Primo, la estrategia de la ocupación, el Clan ha prosperado muy evidentemente en los últimos 25 años, alcanzando incluso sus tentáculos a la corte del Sur e incluso a la gran Corte del Reino. Pero que nadie olvide que todo comenzó en un pequeño pueblo del Sur, blanco como la cal más blanca y serrano como los alcornoques en un horizonte que lleva a más allá de los azules. Pero, claro, esto (no) es un cuento y todo parecido con la realidad (no) es pura coincidencia. De modo que colorín, colorado, que este cuento se tiene que acabar y el final de este cuento ya ha llegado.

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