Mucho menos sensacionalista que este macabro hallazgo del que no se volvió a hablar, fue en aquel mismo año la publicación de los tres cuadernos hasta entonces inéditos del diario de Manuel Azaña, que abarcan respectivamente del 22 de julio al 10 de septiembre de 1932, del 28 de noviembre de este mismo año al 28 de febrero de 1933 y del 1 de junio al 26 de agosto de 1933 13. El 13 de enero anota el jefe de gobierno que el día anterior « por la mañana […] había venido Casares, que me contó la conclusión de la rebeldía en Casas Viejas, de Cádiz. Han hecho una carnicería, con bajas en los dos bandos. » Azaña no explicita si las informaciones del entonces ministro de Gobernación se referían solamente a la muerte de los ocupantes de la choza incendiada, o también a la masacre de la madrugada del 12, o más sencillamente al número total de muertos y no a la forma en que murieron 14. Al resumir el Consejo de ministros del mismo día 13, apunta que sus tres ministros socialistas se han solidarizado : « Algunos periódicos empiezan a decir que el Gobierno se excede (?) en la represión. El Socialista trae un artículo, en el galimatías que usa Zugazagoitia, tomando posiciones sobre el particular. No piensan lo mismo sus ministros, en particular Prieto. Fernando de los Ríos me dice que lo ocurrido en Casas Viejas es muy necesario, dada la situación del campo andaluz y los antecedentes anarquistas de la provincia de Cádiz. Por su parte, Largo Caballero declara que mientras dura la refriega, el rigor es inexcusable » (p.136). Acerca de los rumores de crisis ministerial, Azaña confirma dos días después esta postura de los ministros socialistas : « al Consejo del otro día se le daba gran importancia política, porque los « enterados » suponían que iba a surgir la crisis. Decían que no todos los ministros estaban de acuerdo con el empleo de la fuerza para sofocar lo de Casas Viejas, y hasta apuntaban una discrepancia de los socialistas. La gente ve visiones » (p.137). No obstante, se confiesa a sí mismo los peligros que corre el régimen republicano : « Amigos y enemigos de la República, y sus enemigos de ambos bandos extremos, están haciendo todo lo necesario para que se propague la idea de que « así no se puede seguir », y se inclinen los ánimos a una dictadura. La República está hoy en una tenaza : los monárquicos y los anarquistas. Los ataques de uno y otro bando son violentísimos, según el modo de cada cual » (p.138). Luego, silencio total sobre el particular, hasta la reanudación de la sesión parlamentaria y los ataques de los diputados lerrouxistas, extremaizquierdistas y monárquicos acerca de lo ocurrido en la aldea gaditana. El 5 de febrero, o sea cuatro días después del inicio del debate en las Cortes, resume así su desprecio hacia los radicales : « Rivalizaron en desvergüenza varios señores. La palma de la brutalidad se la llevó Eduardo Ortega, y la de la inmoralidad política Guerra del Río, lugarteniente de Lerroux ; ya en la prensa había tenido la avilantez de decir que en Casas Viejas se había fusilado contra una pared a ocho prisioneros, y que se lo había contado el alcalde de Medina Sidonia 15». El 9 de febrero, sólo esta notita escuetísima : « En las Cortes, nuevas sacudidas a lo de Casas Viejas » (p.171). Y de la breve frase del 13 de febrero (« Tengo malas noticias de lo de Casas Viejas. Me temo lo peor », p.173), se podría deducir que hasta ahora Azaña no había sido informado o – de haberlo sido – no se había convencido de que en la madrugada del 12 de enero, habían sido asesinados a sangre fría un anciano en el umbral de su casa y doce jóvenes en los mismos escombros de la choza de « Seisdedos » tras la « razzia » ordenada por el capitán de Asalto Manuel Rojas. El 19, Azaña alude a un documento clave que le acaba de entregar su secretario : « Esplà me trae el informe reservado hecho por el teniente coronel Romeu sobre lo de Casas Viejas. Negras noticias. Esplà cree que en el informe hay animosidad del guardia civil contra los guardias de asalto. Acordamos enviar al juez las partes que tenemos, y los discursos pronunciados en el Congreso, por los diputados de la oposición, como base de nuevas investigaciones » (p.180). Cuatro días más tarde, recibe en su despacho al magistrado del Tribunal Supremo : « Me dice Granados que en los sumarios hay testimonios (unos trece), acusando a los guardias de asalto de haber fusilado a unos prisioneros. […] Hasta el día 9 de febrero no aparece en la causa indicio alguno que permitiera suponer que se habían cometido excesos por la fuerza pública. Quedé enterado de los detalles más importantes. » (p.184-185). De modo que cuando por la tarde se reanuda el debate parlamentario, Azaña conoce probablemente las condiciones exactas en que murieron todas las víctimas, pero se defiende de las acusaciones de los diputados que pretenden que su gobierno había dado órdenes en este sentido : « La pretensión de estos señores es que el Gobierno autorizó los excesos cometidos en Casas Viejas, y que en 1° de febrero, cuando se habló de ello en las Cortes, yo los conocía, y engañé al Gobierno y a la mayoría. […] He replicado sobreponiéndome a mi asco y al dolor de vernos injuriados de tal modo. No desconozco que el relato de los sucesos nos deprime, y que la depresión nos perjudica » (p.186).
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